Camnitzer's failed utopia: Pedagogy and conceptual art

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11 September 2019

The division between reason and emotion has characterized modern and postmodern art. Since Duchamp, almost a century ago, sensory experience, no matter how pure or intense, has been disregarded both in artistic practice and in the art object. Although the work of art stimulates all the senses, in the ideal world of moderns and postmoderns the work of art is presented only to the mind.

This position perpetuates Plato's thesis set forth in his work The Republic when he introduces an epistemological metaphor about the divided line that places art in the realm of sensible illusion, together with the shadow.

The above is eloquently illustrated by the critic Donald Kuspit in his work The End of Art (2006) when he states that “a stick appears crooked when dipped in a bucket of water, but as spectators we know that this is not true. Art is like that water, it is the medium for creating the illusion through which reason can see.”

 Translated from Spanish

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La división entre la razón y la emoción ha caracterizado al arte moderno y el posmoderno. Desde Duchamp, casi un siglo atrás, la experiencia sensible sin importar cuan pura o intensa sea esta ha sido despreciada tanto en la práctica artística como en el objeto artístico. Aunque la obra de arte estimula todos los sentidos, en el mundo ideal de los modernos y posmodernos la obra de arte solo se presenta ante la mente.

Esta posición perpetua la tesis de Platón expuesta en su obra La República cuando introduce una metáfora epistemológica sobre la línea dividida que sitúa al arte en el ámbito de la ilusión sensible, junto con la sombra.

Lo anterior lo ilustra con elocuencia el crítico Donald Kuspit en su obra El Fin del Arte (2006) cuando afirma que «un palo parece torcido metido en un cubo de agua, pero como espectadores sabemos que no es verdad. El arte es como esa agua, es el medio para crear la ilusión a través de la cual la razón puede ver».

Cuando separamos la razón de la emoción, la escisión puede fomentar — como ocurre en el llamado «arte conceptual» — cierta originalidad, pero también mucha entropía. Al menospreciar la emoción o sensibilidad y sobre enfatizar la razón, la imaginación y la intuición creativas que fueran objeto estudio y defensa de autores como Baudelaire y Coleridge, es sustituido por la condescendencia con los intereses sociales y políticos cotidianos, normalmente despojados de su resonancia afectiva e implicaciones existenciales, es decir, de su dimensión humana.

Así las cosas, en el arte contemporáneo, particularmente el de referencia conceptual, a la obra concebida por el artista se la utiliza como un mero medio de comunicación de mensajes sobre los hechos coetáneos. Recuerda mucho nuevamente a Platón para quien el «mito» era una forma de hacer la verdad comprensible a las masas de mente sencilla o al menos dotarla de una narrativa exagerada que a modo de espectáculo la hipnotizará hasta hacerle creer que la había alcanzado.

En la práctica, los conceptualistas o contextualistas, como prefieren decir hoy en día algunos de sus precursores, se han prestado para que personas sin ningún talento, habilidad o preparación artística se consideren artistas, aunque desprecien la forma y la imaginación creativa en el objeto de arte, limitándose a hacer una declaración de gran inmediatez a una audiencia que debe abordar su producción intelectualmente, con la mente, sin emociones.

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